Tuesday, February 14, 2006

La toma de Tijuana

Como es una creencia, y sobre
las creencias no se discute…
—Javier Cercas, Soldados de Salamina



Históricamente se ha demostrado que la toma de Tijuana el 9 de mayo de 1911 no fue obra de “filibusteros” que pretendían apoderarse de la Baja California para anexarla a Estados Unidos sino de un grupo de 220 revolucionarios dirigidos por Ricardo Flores Magón desde Los Ángeles al proponer una opción política armada tan viable como la de Pascual Orozco o la de Francisco I. Madero. Sin embargo, el pasado 10 de marzo Tijuana fue declarada oficialmente “ciudad heroica” por el Congreso del Estado de Baja California en honor y en memoria del grupo de defensores —voluntarios y soldados porfiristas acantonados en la plaza— que combatieron y expulsaron el 22 de junio de 1911 a los invasores “anexionistas”. La iniciativa —presentada por la Sociedad de Historia de Tijuana— fue aprobada primero por el cabildo tijuanense y después por el congreso estatal.
A casi cien años de los acontecimientos de 1911 —que, por lo demás, según el historiador Lawrence Taylor, reforzó el sentimiento de nacionalismo e identidad cultural entre los habitantes de la región, tan deshabitada y alejada del centro federal— la polémica entre la historia oral y la historiografía documental sigue en pie. No pocos siguen creyendo que se trató de una invasión extranjera y otros que no. Entre estos últimos se encuentran historiadores profesionales como Jacinto Barrera Bassols, Aidé Grijalva, Lawrence Taylor, Roselia Bonifaz de Hernández, David Piñera Ramírez y, sobre todo, Pablo L. Martínez (Historia de Baja California, en edición reciente de la Universidad Autónoma de Baja California), y el estadounidense Lowell L. Blaisdell (La revolución del desierto. Baja California, 1911. Edición de la SEP y la UABC, 1993).
El sitio duró cuarenta y cuatro días: del 9 de mayo al 22 de junio de 1911.
Los 220 hombres de a caballo tomaron la aldea, colocaron una bandera roja en el centro, saquearon las tiendas, se apostaron en sus techos de madera, y como en una película de Griffith se dejaron contemplar por los curiosos que en las colinas de San Ysidro se aglomeraban con sus taburetes y sus canastas de bocadillos y cervezas para contemplar desde allá, a veces con binoculares, el espectáculo vivo de la guerra. Varias escaramuzas se entablaron entre la línea internacional, la calle Olvera (hoy avenida Revolución) y la esquina de la calle Segunda y el callejón Argüello. Hubo escaramuzas y finalmente una batalla: la de Agua Caliente, en la que los magonistas fueron derrotados y expulsados, los sobrevivientes, a Estados Unidos.
La presencia en el teatro de los acontecimientos de ciertos agentes provocadores, como el comediante norteamericano Dick Ferris, fue la que propició el malentendido de que los “filibusteros” se proponían crear una república independiente de México en Baja California o bien un nuevo estado que se anexaría (siguiendo la experiencia texana) a la Unión Americana. La sospecha cundió porque en el pasado hubo varios intentos anexionistas y porque también, junto a la de los insurrectos, la bandera estadounidense llegó a ondear sobre el pueblo.
Los personajes sobresalientes de la toma de Tijuana son:
Jack Mosby, militante político.
Caryl Ap Rhys Pryce, técnico militar, inglés, probable soldado de fortuna, excombatiende en la guerra de los Boers en Sudáfrica.
Joe Hill, cantante escandinavo, a quien Joan Baez compuso una balada.
Dick Ferriz, actor profesional.
La confusión y los equívocos que aún subsisten pueden también deberse a una impostura histórica. Hubo un intento consumado de falsificación de la historia —a partir de una creencia— en Baja California heroica, de Enrique Aldrete, y en otro libro encargado por el coronel Esteban Cantú a Rómulo Velasco Ceballos: ¿Se apoderará Estados Unidos de Baja California? La invasión filibustera de 1911.
Hacia 1920, año en que se publicó el libro de Velasco Ceballos, los defensores de Tijuana pasaron la factura de su patriotismo: fueron considerados héroes de la Patria, condecorados por el Congreso de la Unión, y beneficiados con un reparto de tierras para veteranos de la Revolución en el valle de Mexicali.
En Panorama histórico de Baja California, publicado por la UABC en 1984, el historiador David Piñera Ramírez llega a la conclusión de que el movimiento de 1911 tuvo un sentido revolucionario de orientación anarquista: “No se puede calificar de filibusteros a los floresmagonistas, ni atribuirles que estuvieron en connivencia con el gobierno de Estados Unidos, o con particulares norteamericanos, para anexar Baja California a dicho país.”
Explica que los Flores Magón perdieron el control del movimiento, lo que propició que se infiltraran aventureros o “soldados de fortuna”, como Caryl Rhys Pryce y Dick Ferris, que sí constituyeron un peligro para la integridad del territorio nacional. Y añade, salomónico, lo siguiente:
“Quienes combatieron a los floresmagonistas, al advertir que entre estos figuraba una considerable número de extranjeros, tuvieron la convicción de que peleaban en defensa de la Patria, por lo que merecen nuestro respeto.”
Así, la historia oral a veces se va imponiendo como verdad histórica sin haber llegado a serla, porque procede y se tiende a través de fantasías y creencias. Y nada hay que cambie a la gente cuando se propone creer.

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