Thursday, February 10, 2011

Buen lugar para ser de allí

A good place to be from
En casi todos los casos la procedencia o el lugar natal no tiene gran importancia porque nadie escoge el lugar donde nació y por lo mismo no es responsable. Uno puede responder por lo que haya dependido de su voluntad, pero no por ser calvo, prieto, chaparro, feo, viejo, negro o albino.
Una vez estábamos en un coctel de periodistas en una universidad de Minnesota y se me ocurrió comentarle a mi interlocutor, un catedrático de literatura, que realmente de Saint Paul eran no pocas celebridades de la historia. Mencioné a Charles Lindbergh, Bob Dylan, Francisco Scott Fitzgerald, Lessica Lange, y algún otro. Siendo él de Saint Paul, me dijo que no había reparado en ello pero que en todo caso Saint Paul era un buen lugar para ser de ahí: It’s a good place to be from.
En el gremio de los escritores, o en eso que en otros países se reconoce como la “sociedad literaria”, parece contar poco el que uno de ellos sea de este u otro sitio. No es bueno ni malo. Es un dato que se suma a la individualidad de cada quien y que da o no da color a su obra. Lo que suele reclamárseles, por parte de sus paisanos, es que se hayan ido del pueblo para volver o para no volver jamás. Juan Rulfo se fue se de San Gabriel, Jalisco, Arreola de Zapotlán, Inargüengoitia de Guanajuato, García Ponce de Mérida. Y entre los latinoamericanos se sabe hasta la saciedad que García Márquez dejó Aracataca para siempre y Mario Vargas Llosa abandonó Arequipa, el lugar donde fue echado al mundo y que ha marcado su peruanidad, su inconfundible ser peruano a pesar de haber vivido ya la mayor parte de su vida en Europa.
En su Crítica bajo presión, prosa mexicana de 1964 a 1985, Huberto Batis recoge la inquietud de un lector que se pregunta si hubiera sido distinta la obra de algún autor si se hubiera quedado en su pueblo. La especulación es ociosa, pero estadísticamente son muchísimos más los que desde muy jóvenes dejaron atrás el lugar natal.
¿Qué hubiera sido del escritor Ramón López Velarde si se queda en Jerez, José Luis Martínez en Atoyac, Antonio Alatorre en Autlán, Amado Nervo en Tepic, Efrén Rebolledo en León, Alfonso Reyes en Monterrey, Efraín Huerta en Silao, Agustín Yáñez en Yahualica?
¿Cómo se leería hoy en día la obra de José Revueltas si se hubiera quedado en Durango, si José Gorostiza nunca hubiera salido de Vllahermosa, si Jorge Cuesta no hubiera escapado de Córdoba, si Julio Torri hubiera vivido toda su vida en Saltillo?
¿Qué tal que José de la Colina nunca se va de Santander, Jaime Sabines de Tuxtla, Juan Vicente Melo de Veracruz, Jesús Gardea de Delicias, Huberto Batis y Emanuel Carballo de Guadalajara?
Es cierto que William Faulkner nunca salió de Oxford, Mississippi, ni Emanuel Kant de Königsberg, ni Luis Humberto Crosthwaite y Heriberto Yépez de Tijuana, pero eso no hace sino confirmar que la procedencia natal no es determinante. Ni defecto ni virtud.

Nazca donde nazca, el escritor habrá de hacerse ciudadano del mundo y escribir sobre lo que escriben todos sus contemporáneos: sobre el ser humano y sus pasiones, el amor, el poder, la vida como metáfora de la literatura, la literatura como metáfora de la locura.
Finalmente en nuestros días se vive en todas partes al mismo tiempo porque somos los primitivos de una nueva era, la de los celulares, el internet y los aviones que nos permiten estar aquí y allá.

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